El debate sobre las Antropologías del Sur se inicia oficialmente en 1993, con una primera reunión de trabajo en el Congreso Mundial de Etnología y Antropología. El simposio sobre Antropologías del Sur, realizado en este evento, fue dirigido por el antropólogo mexicano de la Universidad de Yucatán, Esteban Krotz, quien ha planteado:
- Al abrirse los estudios sobre antropología en las zonas Sur del planeta, ya las comunidades que estudiamos en el Sur no son “Otras”, sino que los investigadores y las investigadoras forman parte de esas realidades que estudian, lo que nos distingue de la antropología “clásica”. Esto traduce que puede haber una interacción con los autores y autoras, situación facilitada, claro está, por la existencia de un idioma nacional oficial.
- Ha habido un silenciamiento de las antropologías del Sur al presentarse la antropología noratlántica como dueña de la antropología verdadera y, por lo tanto, se presentan las antropologías del Sur, llamada despectivamente antropología “de la periferia” (incluso nosotros/as mismos/as la denominamos así), como imitadora en un proceso de difusión permanente de la antropología noratlántica. En el Norte se valora esta disciplina por la generación de conocimientos (y el control sobre los mismos).
Según Krotz, las Antropologías del Sur serían el reconocimiento de la diversidad en el seno mismo de la disciplina.
¿Qué implicaciones metodológicas podría tener que los/as antropólogos/as del Sur estudiemos comunidades del Sur, reconociéndonos como antropólogos/as del Sur? Porque se puede dar el caso de antropólogos y antropólogas en el Sur estudiando las comunidades como antropólogos y antropólogas del Norte.
Con esto queremos plantear que las antropologías del sur no son nuevas, lo que sí se hace necesario es recoger, organizar y difundir en diferentes niveles los aportes que se han venido haciendo en esta disciplina en nuestros países, a la sombra y no sin conflicto, de la antropología hegemónica del norte, por ejemplo, con los aportes de reconocidos antropólogos/as del sur y pioneros de esta disciplina como, en el caso de Venezuela, Julio César Salas, Miguel Acosta Saignes, Rodolfo Quintero, Jacqueline Clarac de Briceño, Esteban Emilio Mosonyi, entre otros/as, que son de gran interés y desconocidos/as por quienes toman decisiones y deciden sobre los recursos en nuestro país. Al no tener fácil acceso a dichos aportes teóricos y al no discutirse en los diferentes niveles educativos y del Poder Popular organizado, sencillamente no aplicamos en la práctica sus ideas y planteamientos.
Jacqueline Clarac de Briceño, fundadora de la Red de Antropologías del Sur, plantea que la situación colonial, la divulgación de una historia de Venezuela y América Latina muy poco documentada y orientada a mostrar a nuestros países como una región conquistada por los “civilizadores” españoles y portugueses, sin los cuales esta no tendría sentido, y el traspaso de la visión medieval española y portuguesa a nuestro continente para valorar las costumbres de nuestros pueblos originarios, tildados de salvajes, idólatras, ignorantes, todo esto ayudó a la construcción de un imaginario colectivo, autodestructivo, aunado a la construcción de la vergüenza cultural resultante, constituyendo así un muro de ignorancia y de auto-incomprensión acerca de las propias raíces, acerca de la historia íntima y verdadera, para adoptar una historia impuesta por los colonizadores, muro contra el cual han tenido que luchar permanente, y durante décadas, los antropólogos y antropólogas latinoamericanas.
Adicionalmente, la cultura del petróleo en Venezuela como cultura de conquista, planteamiento hecho por Rodolfo Quintero, establece normas y crea una nueva filosofía de vida para adecuar una sociedad a la necesidad de mantenerla como productora de materias primas. Estudiarnos a nosotros/as mismos/as, a la vez que difundir ese conocimiento, implica romper con ese modelo que nos han dado geopolíticamente como país productor sólo de materias primas, lo que nos hace consumidores de tecnologías y conocimiento, es decir, estamos inmersos en un sistema corporativo de venta de tecnología e información que no rompe con la asimetría y la debilidad en materia tecnológica que vivimos en América Latina, especialmente en Venezuela. Es decir, entramos en un círculo de comprar-botar-comprar por el sistema de obsolescencia programada en el cual estamos sumidos y sometidos los países del sur.
Retomamos estas reflexiones para plantearnos la necesidad de una forma disidente y militante de producir, difundir y legitimar el conocimiento, que rompa con ese sistema mundo científico que desconoce los otros conocimientos.